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Así fue como Julián dio por sentado que, abriéndose camino entre la intrincada maraña de su imaginación, el cuadro de Puerto Metafísico había comenzado felizmente a existir. Pero cuando fue a mirar de nuevo la tela en blanco, se dio cuenta de inmediato de que continuaba sin saber por dónde empezar. ¿Por el azul intenso del cielo? ¿Por un barco que atracaba en un puerto que no acertaba a imaginarse? Sin puerto, ni el cielo ni el barco tenían demasiado sentido. Hizo un último esfuerzo por imaginar el puerto y lo único que logró fue evocar imágenes del pasado que se estrellaron en su cabeza como aviones llovidos de un cielo intensamente azul. Entonces, se consoló diciéndose que aquél sin duda no era su día pero que no pasaba nada grave, ya que después de todo nadie iba a enterarse.
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