"A finales de 1876, el profesor Franz Boll (1849-1879) descubrió que la capa externa de la retina posee un color púrpura. Halló que esta superficie se blanqueaba al ser expuesta a la luz, pero retomaba su color original en la oscuridad. Este color púrpura, que Boll llamó sehpurpur (púrpura del ojo), desaperece inmediatamente después de la muerte"

jueves, 20 de febrero de 2014

Puerto Metafísico 6

Al cabo de pocos minutos volvió en sí. Arropado en un agradable ensueño se resistía a despertar del todo. Su imaginación le había trasladado a un lugar remoto: a una aldea entrañable y llena de vida, con sus calles sin empedrar, de tierra rojiza y seca, surcada por las ruedas de los carros destartalados que salían levantando una gran polvareda a su paso... Perros, vacas, gallinas, gatos, campaban a sus anchas en las encrucijadas de los caminos y había que detenerse para pedirles paso y poder proseguir la marcha. A poca distancia, como si todo ocurriese simultáneamente en un espacio minúsculo, corros de niños alegres y saltarines alborotaban el patio de un colegio. Voces, gritos y murmullos, zumbidos de moscas inquietas, se entremezclaban en el ambiente vespertino de un día de otoño, con sus tonalidades encendidas flotando en el aire… Él apareció allí, en medio de todo, pero sin ser visto por nadie. Podía caminar por esas calles libremente, sorteando animales, niños, viejas, carros..., escuchando esas voces cantarinas, de apariencia ancestral. Se había hecho completamente invisible y nadie podía cuestionar su presencia. Así fue a parar a las afueras de la aldea, donde se sentó en un poyo solitario y contempló durante largo rato la estampa apacible. Nada ocurría. Parecía que el tiempo se había detenido definitivamente en aquella hora. La tarde no terminaba de hacerse noche y allá en la lejanía todavía más remota consiguió distinguir la figura de un hombre que corría velozmente por los caminos, como huyendo de una bestia monstruosa. 

(...)

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