Nunca vas a poder bailar al son que quieran los demás: siempre habrá gente que prefiera unos pasos en vez de otros; también estarán quienes pretendan que te quedes parado sin rechistar o quienes te obliguen a dar saltos como un tonto para llamar la atención. Habrá gente que prefiera un vals, otros optarán por unos pasos de salsa y otros querrán que les bailes un tango en condiciones… Mientras tanto, aturdido, terminarás por salir de la pista de baile pensando en todos los bailes que sabes bailar y en ese que te gusta tanto… Cogerás un espejo que refleje toda tu figura y, situándote delante, a pocos metros de distancia, comenzarás tu gran actuación. Ya sin público que aplauda cada uno de tus movimientos, contarás números despreocupado con los pies... Todo te resultará extrañamente fácil: un dejarse fluir en el tiempo estancado de la experiencia estética sin poses ni adornos. Ese tiempo detenido dará sentido a tanta lucha de egos cotidiana. Será como tu pequeño sitio de recreo, nieve y abismos incluidos. Y cuando de nuevo surja el conflicto y no sepas qué o con quién bailar, serás plenamente consciente de que podrás equivocarte con gusto y sin remordimientos.
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