"A finales de 1876, el profesor Franz Boll (1849-1879) descubrió que la capa externa de la retina posee un color púrpura. Halló que esta superficie se blanqueaba al ser expuesta a la luz, pero retomaba su color original en la oscuridad. Este color púrpura, que Boll llamó sehpurpur (púrpura del ojo), desaperece inmediatamente después de la muerte"

lunes, 18 de noviembre de 2013

Lucha de egos IV (o Negando la muerte)

Hace poco leí que la ficción de eternidad en la que vivimos termina por volvernos locos. Más de uno me dirá que esto es bastante obvio, pero apenas se habla de ello últimamente. Como dije en otra ocasión, parece que en estas sociedades ultramodernas en las que nos movemos poco importa la muerte o demás “excepciones” en que se han convertido acontecimientos terriblemente habituales como la enfermedad, el despropósito o cualquier tipo de catástrofe natural. Nos hemos habituado a considerar que la vida permanece en una especie de despreocupada juventud, por todo lo que nos lanzan los medios, por todo lo que nos han enseñado desde niños, de un modo muy sutil y creo que sin querer... Seguimos considerando la muerte como un accidente, como algo evitable. Sí, sí, ya sé que muchos dirán que eso no es así, que la gente es plenamente consciente de que tarde o temprano va a morir en mejores o peores circunstancias, pero si esto fuera cierto creo que ya se habría desmontado hace tiempo este modelo de sociedad en el que vivimos basado precisamente en esa idea de eterna permanencia...

Uno de los motores del consumismo exacerbado (que no el único) es la negación de la propia muerte. Si viviésemos para siempre o durante una buena y prolongada temporada, tendríamos que cuidar más de nuestras “cosas”, de todas las pertenencias que hemos acumulado con el paso del tiempo (vivienda, coche, electrodomésticos, dispositivos móviles inteligentes...). Nos volveríamos más codiciosos, más competitivos y estaríamos constantemente necesitando nuevos artilugios para entretenernos... Lucharíamos con ímpetu por mantener a flote nuestro modus vivendi, por defender a capa y espada nuestra imagen social, nuestro prestigio y valía, nuestros logros profesionales y sentimentales... Todas nuestras responsabilidades se harían gigantescas. Cada grano de arena se convertiría en un saco de cemento, y todo lo pequeño cobraría dimensiones monstruosas… 
¿Les suena este panorama? 
Algo me dice que así es como nos quieren hacer ver la vida quienes realmente sostienen, defienden y promueven esta desajustada percepción de la realidad. Es la nueva religión inoculada desde no se sabe muy bien dónde y por no se sabe muy bien quién y de la que, desgraciadamente –o no–, casi todos somos partícipes.

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