Observo también con bastante asombro, cómo muchas de esas personas que dicen verlo todo negro no vacilan a la hora de decidir qué hacer al respecto, (probablemente porque ni tan siquiera se lo plantean de un modo consciente). Siguen con sus vidas haciendo prácticamente lo mismo que hacían hace cuatro o cinco años, pero mostrando estar muy pero que muy enfadados con todo aquello que suene a crisis. Al fin y al cabo, todo depende, insisto, del lugar desde donde uno perciba los acontecimientos y de las funciones que desempeñe en la sociedad. No es lo mismo vivir la crisis con un salario mensual más o menos garantizado (más o menos recortado) que vivirla desde la indigencia absoluta o desde una indigencia camuflada. Por otro lado es lícito actuar así porque no deja de ser humano: uno puede tener una conciencia social más o menos acentuada pero, yéndonos al extremo, ante el dilema de dejarse morir para que otro viva o vivir para que otro muera, pocos eligen lo primero y supongo que esos pocos que a lo largo de la historia han tomado esta decisión no habrán podido dejar tanta descendencia como los que optaron por lo segundo. (Aparte quedan los que opinan que todos podemos vivir igual de bien por los siglos de los siglos, amén). Al fin y al cabo, parece que inevitablemente los asuntos humanos se vuelven a reducir a lo mismo: la lucha de egos (no necesariamente vivida de un modo “humanamente” consciente), piedra angular de la selección natural como cambio evolutivo de todo bicho viviente. Quien mantiene la ilusión de ser mejor de lo que en realidad es (ficción consustancial al ser humano), es quien tiene más opciones de sobrevivir y dejar descendencia en tiempos de crisis. Quien sostenga una visión de sí mismo algo más realista (la excepción que confirma la regla) tenderá a asumir ese pesimismo generalizado como propio, dejando que haga mella (inconscientemente) en su día a día, y, por tanto, restándole capacidades, fuerza y deseos de reproducirse (o de recrearse en otros).
De todos modos, no creo que estas generalizaciones sean el reflejo de la realidad, porque lo más probable es que constituyan otra ficción verosímil aceptada comúnmente. Sin embargo, no deja de asombrarme el hecho de que prácticamente todos hemos estado (o estaremos) a lo largo de nuestra vida en uno u otro lado de la balanza, contando una u otra versión de los hechos, según sean las circunstancias que vivamos. Supongo que, después de todo, cada cual se convence de lo que quiere, y, como se suele decir: la vida sigue.
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